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El Dojo De Los Ermitaños


A finales de enero de 2016, escribí esto:


“Durante todo el año 2015, no hubo ningún seminario al que haya asistido. ¿La razón? Realmente me sentí apático a la idea de dejar Caracas. Durante la primera mitad del año no entendí por qué tener que mermar mis ya mermados ingresos para ver a los senseis que tengo en Caracas, incluso en el mismo dojo al que dirijo. El tiempo pasó en un parpadeo y para cuando me di cuenta ya era agosto. El dinero no me alcanzaba para un seminario internacional. Explicar la situación económica del país estaría de más en este artículo.


Durante lo que iba de año había tenido la oportunidad de ver el entrenamiento de muchos aikidokas. Me daré el lujo de comentar esto en las siguientes líneas, aunque pueda carecer de humildad y rayar en la arrogancia, pero de antemano me defiendo con el hecho de que al tener más de 10 años dirigiendo un dojo, pues cierto criterio ya habré ganado. En fin, a mi parecer la evolución de cada uno ha sido excelente, en algunos casos casi sin maneras de mejorar. Lo que me causa resistencia a socializar es que como conjunto no velamos por un bien común. Cada dojo está trabajando fuertemente y con resultados envidiables. ¿Pero en qué fallamos que no logramos hacer la sinergia tan necesaria y tan digna de un gendai budo? Entiendo que dojos de artes marciales competitivas no trabajen mancomunadamente, ¿pero nosotros? Entiendo que los karatekas ó judokas no puedan visitar otros dojos de dichas artes marciales, pues caerían en el espionaje, incluso, en los retos ó desafíos. ¿Pero el aikido qué?


“Como esa técnica es diferente a como la haces tú, te lo explico yo… pero no me la expliques tú a mí”. Personalmente eso me cansó y decidí terminar el año encerrándome en el dojo. Así me di cuenta de que, esa actitud que mencioné no solo pasa entre aikidokas, sino en maneras muy sutiles, entre dojos.


Para bien ó para mal, el sensei es la influencia principal de los dechis y para donde el vaya ó deje de ir, ellos irán ó dejaran de ir. Sobre todo en Shinko, donde desde un principio me propuse a no enviar a nadie a donde yo no haya estado antes ó no pedirles nada que yo no haya dado.


Así que el Dojo Shinko, en 2015, se convirtió en un dojo ermitaño.


Esta situación que adoptamos, por si sola, no es mala ni buena. Te pido que tomes esta característica (el aislamiento) a razón de lo que se haya hecho en ese tiempo. Si se entrena sin conciencia de estar “auto-aislado” y sin un norte ó metas a corto plazo, pues definitivamente, es malo. Me acuso de haberlo hecho adrede y, hasta cierto punto, de mala gana. Pero sin duda alguna existía un por qué y, más importante aun, un para qué.


Este año, mi trabajo y el del dojo, es volver al ruedo junto a los demás y ver que tanto daño ó bien nos ha hecho este aislamiento”.


Pudiera verse como la consecuencia de una decisión ególatra, pero el trabajo que nos hemos para trazado en 2016 para los próximos 4 ó 5 años, es lo que estaba buscando al dejar reposar un poco las aguas como dojo y dedicarme al entrenamiento de los muchachos. Ahora los retos son grandes y estamos preparados para afrontarlos.


Los dojos pueden ser tomados como entes vivos, pues son compuestos por seres vivientes, sólo lo llevé a un punto zen para calmarse un poco.

 

Si lo deseas, puedes comentar qué te pareció el artículo. Si le añadirías un consejo más, puedes dejarlo, abajo, en la caja de comentarios. Nos sería de mucha ayuda a todos.

Gracias por leer. Hasta el siguiente artículo...

 

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